El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha hecho público un estudio sobre el impacto de las nuevas herramientas de la comunicación en la familia, y los resultados me han llamado poderosamente la atención.
Y es que basta un somero análisis de los mismos para tomar conciencia de cómo el uso, y en ocasiones abuso, de las nuevas tecnologías (especialmente el teléfono móvil) en el hogar está afectando a nuestras relaciones familiares.
Veamos algunos datos:
Según la encuesta un 68,3% de encuestados considera que el uso de las nuevas tecnologías en el hogar disminuye la comunicación entre padres e hijos. Asimismo, un 52,4% afirma que este uso aumenta el conflicto familiar.
Por otro lado, el 62,1% de los encuestados afirma que la utilización de internet ha disminuido el tiempo que dedica a la lectura; y el 36,4% dice lo mismo con respecto al estudio.
En otro orden de cosas, el 69,4% considera que las nuevas tecnologías de la información tienen más influencia en la educación de los hijos que los padres; y el 86,5% afirma que la dependencia de los jóvenes de estos dispositivos genera un problema de educación.
Por último, más de un 84% de los padres cree que deben ponerse las pilas para ayudar a sus hijos en el uso, en el buen uso de las nuevas tecnologías; demandando así una nueva alfabetización digital, no orientada a aprender técnicamente cómo manejar estas tecnologías, sino más bien a cómo hacer un buen uso de las mismas, sin menoscabo de la vida familiar.
Hay, por supuesto, muchos más datos y todos apuntan a la misma dirección: el aumento del uso de las nuevas tecnologías en los hogares es inversamente proporcional al tiempo que dedicamos a nuestras familias. Y es que sin darnos cuenta el uso que hacemos del WhatsApp o de las redes sociales en nuestras casas es cada vez más intenso y no nos paramos a pensar que ese tiempo se lo estamos restando al que podríamos pasar con nuestro cónyuge o con nuestros hijos.
Cambiamos una conversación de WhatsApp por una agradable tertulia familiar, estamos más preocupados por enterarnos a través de Facebook qué han estado haciendo nuestros amigos que por hablar con nuestros hijos sobre lo que han hecho en el colegio. Y así, nuestra vida familiar va siendo invadida por nuestra vida digital; sin caer en la cuenta del ejemplo que estamos dando a nuestros hijos.